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viernes, 12 de octubre de 2012

Una canción sin escribir.



Pensé que tal vez, mirando aquel techo encontraría las letras que se fueron con las canciones. Con las que se rayaron en un tocadiscos antiguo, y las que, queriendo más que sin querer, no habían llegado a su final. ¿Cuántas quedaron inconclusas en una servilleta de papel? ¿Qué belleza nos perdimos por no saber terminar un buen desenlace? No habrá bailes ni empatías en su honor. ¡Y es una lástima! Que no haya mausoleos para las baladas que no tuvieron fe en nacer.
Oré unas cuantas plegarias en nombre de las que nunca obtuvieron notoriedad. Para que me dispensaran de atentados que no mancharon las páginas de mi diario. ¡Que me disculpen si yo no me puedo perdonar! Que me exilien con todas las cantinelas que deshonraron al gusto. Y acepto si niegan mi pesar. Claro. Demasiada formalidad en una entidad echada en la cama del agravio. Forzada entre gemidos para llegar al culmen del misticismo. ¿Cómo no gozar entre la simetría del clímax? ¿Cómo no palpar el cenit del deleite? 
Insultada por el arropo de las sábanas, nuestros cuerpos fraguaban privados de atuendos. Asiendo puñados de placer sin deber. Sin más trances que el pacto de nuestra fricción. ¡Que declaren las paredes desnudas si poseímos la ambrosía! No fingirán si enumeran nuestros orgasmos. Pero que expongan, si tan francas se resuelven, cómo quedó la morada tras la marcha del ardor. Cuan helado quedó mi néctar. Y qué mancillado fue el sonido con palabras de amor. La mentira nunca fue tan real, tan obvia para ambos. Ni siquiera tuvo cara, cuando miraba desde unos ojos huecos al desierto de mis pupilas.
Y se fue, alejándose lento y transpirado como el estío. Dejando atrás un colchón ultrajado y una amante distraída. "¿Por qué no suena de sus labios un 'no te marches, por favor'? ¿Por qué no hace acopio de su necesidad? ¿Ya se fueron las descargas que marcaron mi piel en la suya?" Pregunta su juicio, mientras mira el contraste de mi cabello en la almohada. Ya no hay rescate en esta estancia, comprende con quebranto, sin más alboroto que el crujido de la puerta al abrir y el rumor del sigilo al cerrar.
Yo, tumbada en el lecho de los penitentes, estudio la claridad de una farola. Concibiendo la pureza del brillo que algún día tuve. Que en algún momento volveré a tener sin artificios. Siendo faro en una perpetua noche sórdida. Perjurando con labios secos, que nadie me arrebatará el proceso del cambio. Ni un galán peregrino, ni un apuesto veterano. Porque nunca seré cautiva de la tercera persona sin ser dueña de la primera.
Mecida por la confianza y el arrullo de la llovizna en las calles, concebí que pese a las circunstancias, nunca fui una canción sin escribir. Me crearon con los tonos que sólo ciertos artistas pueden tocar. Siendo oral, abstracta, volátil, ingrávida, intangible.. Mudable en los tonos agudos, cambiante en los graves. Canción, sólo interpretada por virtuosos que sin ser conscientes, representan una pieza única. 
Y aunque músicos se crean capaces de llegar a la comprensión de mis letras con el simple tanteo de mis cuerdas, nadie fue ilustrado de mi auténtica melodía.

martes, 2 de octubre de 2012

Versos (in)acabados.



Me componen mil colores y me quedo en negro. 
Como el que brilla en las alas de los cuervos, 
como el que truena, a pocos, en el cielo.

Me componen mil colores y me quedo en blanco.
Como la memoria de los acusados,
como la poca experiencia del primer enamorado.

Me componen mil colores y me quedo en rojo.
Como la retahíla del enajenado,
como la tez después del llanto.



Excúseme, lector, que todavía no he terminado.


Me componen mil colores y me quedo varada. En una isla sin mar, en un océano de escarcha. Transitada de mil caricias que nadie me ha dado, custodiada de terminaciones que no han terminado. 
Y sin saber dónde, allí me hallo.
Con cuatro libros sin autor y un soplo de sabor a "yo te estaba esperando". En la manecilla de un reloj que marcaba las once y cuarto. En la travesía de un transatlántico. En el ruiseñor y su canto. 
Nadie me entregó la esencia, ni del calor del sol ni de el baño de tus labios. Nadie me lo dio, pero yo, bandida, lo he robado.
Soy dueña de todo, parte de todo y en todo mando.
En ti, en la vida, en la carne y en el pecado. 
Y dime anticristo si tan claro te hablo. En la escala de colores marco mis pasos, ¡ni rodeos ni atajos! Nada que no consiga con el As que sujeta mi mano. Nada que no resuelva un punto sin encomados.

¡No se impaciente!, que ya me marcho. 

Me marcho, poniendo las últimas palabras de un hermano, de un querido, de un encuadernado. Piénselo, yo se lo dejo. Después, contésteme, amor, si es cierto..

"¿A qué fingir el labio risas que se desmienten con los ojos?
¡Llora! No te avergüences de confesar que me quisiste un poco."

No se inquiete, que su secreto está guardado. Me quiso, y ¡Ay, dolor! lo amé yo tanto..
Pero guárdese las líneas para otro nuevo episodio, ¡juro!,  no daré testimonio. Mi paseo ya no llevará su mano, solo una hilera de color con la que pintaré mi nuevo y fresco retrato. 
¡Adiós y no más hasta pronto! Cárguese de calvarios.. como yo lo haré de propósitos.