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sábado, 30 de junio de 2012

Sin manicomio donde anclar aquél estado.




Páginas en blanco. La inspiración tiembla. 
Dame miedo. Dame sentimiento. Dame ideas.
¡Dame!, entrégame todo lo que tengas. No me mires, no me veas de esta manera.
Susúrrame, viólame la consciencia, 
pero no vengas.
No inviertas en mi presencia.

Lánzame a musas forasteras.
Tócame el alma somnolienta.
Ahógame en litros de fortaleza.
Traéme los pecados de la sinvergüenza.
Que yo te espero con las manos abiertas.

Seré poesía, si tú me dejas.
Seré narrativa, si tú no te alejas.

Esperaré en la cama del artista, en la tumba del novelista.
Rezaré a la Virgen María, de parte de alguna puta de día.
A los pies de lo que creí cocaina, de lo que era grafía.

Me hice adicta de los gramos,
de los puntos, comas y vocablos.
Sin manicomio donde anclar 
aquél estado.

Esperanzada en un mañana, que no se podía escribir con tinta,
ni con lápiz, ni con fantasía. 
Llena de estigmas, de patrones, de -no- alegrías.

Así acabó la cordura,
así comenzaron las líneas.

viernes, 29 de junio de 2012

No la que tú diseñabas, no la que tú esperabas.



Partí para medir mi potencia..
Algo así como guiarse por inercia. 
Sin lastres, sin motines, sin impotencia.
Sin ti, sin avaricia, sin materia.
Con mis ganas, con coraje, con sutileza.

Me llevó días, y más de cuatro semanas.
Meses infinitos soltando carga.
Cuestión absoluta de práctica
en la que tu terrorismo ya fallaba.
Para mi fortuna.., para tu desgracia.

Ahora estoy renovada, 
ahora tu voz al fin está callada.

Ahora muero por mí, 
no por nuestra desgracia.

Ahora, mañana y siempre,
seré yo
No la que tú diseñabas,
no la que tú esperabas.

lunes, 25 de junio de 2012

Camuflada entre rosas marchitas.




Era improbable que encontrara algo entre tanta basura, entre despercidios de sentimientos que alguna vez fueron saludables. 
Daba repulsión el aspecto enquistado que habían conseguido a base de poner en venta el cuerpo y el alma. Y esos eran los más dignos, los demás los regalaban como una propaganda desechable.
Miraba y seguía observando una sociedad carente de valores. Los "te quiero" eran saludos cada vez más frecuentes; los "te amo" despedidas sin mucho interés. 
Y ella, camuflada entre rosas marchitas, seguía esperando escuchar de la boca de algún viandante sincero algo de verdad.
Seguía, después de todo, teniendo esperanza. Esperanza, tal vez, en que los cuentos no se quedaran en papel, ni las películas en pantallas. Que el tiempo al fin y al cabo sirviese de algo después de la espera.
Nada de príncipes azules, de héroes con bonita armadura, o de poetas con buena métrica.
Una persona, -que gente ya tuvo mucha- con la que no tener miedo. Con la que las máscaras no sirvieran; ni la de ser fuerte cuando no se puede, ni la del maquillaje cuando has llorado. Con la que en un abrazo se hiciera una emoción y no una simple acción. Con la que los silencios se llenaran de besos y las noches de sexo -claro, el amor se haría cada día-. 
Hacer una vida juntos y que nunca contara como una mala inversión.
Ya sabía que criar ilusiones en esa época, saldría más caro que una apuesta del todo o nada. Pero se negaba a exterminar la última gota de confianza en.. el mundo, en el amor. Iba a doler -con seguridad-.., iba a hacerle daño estar agarrada a un deseo tan bello y efímero como una estrella fugaz. Pero sabía del sufrimiento, era asidua de su enseñanza. No le temía. 
Acogida a la comodidad de su soledad, aquella flor entre flores,  caviló por una vez en mucho tiempo que ya era hora de pensar menos y actuar más. Respirar hondo, olvidar, y -al fin- abrir cerrojos de puertas abandonadas. 
..ya era tiempo de cambios, de ilusiones.. 
de arriesgarse.., de ¿por qué no? equivocarse.., 
de enamorarse.

domingo, 10 de junio de 2012

El recuerdo de mi constante olvido.



Resbalé, así fue, resbalé con mis propias predicciones. Con mis montones de restricciones, colocadas en orden cronológico. Dadas de sí por la lectura intensa de cada día, por el continuo recuerdo de mi constante olvido. No aprendo si no doy un paso atrás por cada nueve hacía delante. Mi avance me hace retroceder para declararme inocente de la culpa. De la culpa de un boquete que permanece en el ventrículo derecho. 
No cura, no cierra, no cicatriza
Y ahí anda, entre sístoles y diástoles, con apuradas bocanadas de sangre viciada de oxido. Ya es costumbre dictarle sin recibir contestación ni recomendación. Perdió su sentido del compañerísmo, ya no espera a dialogar entre sonidos de posibles canciones de amor. No se niega a completar los coros de alguna melodía dedicada.. simplemente, terriblemente, .. no llega la suya

Teniendo el Olimpo de sus puestas de sol.




Nunca creí demasiado en la mitología, en esas absurdas exaltaciones de las cualidades humanas. Era absurdo, irreal, ficticio. Muy lejos del mundano lugar donde habitaba. Donde el camino era empedrado, las personas defectuosas y yo, bueno, más de lo mismo.
La perfección sólo existía en libros fantasiosos, en películas bien anunciadas y en la imaginación de los más soñadores. Aquella utopía no tenía cabida para mí, para una agnóstica de lo increíble.
Tal vez fue por eso por lo que vino, por lo que se recreó en mi más pura incredulidad.
Él.
El Zeus, dueño de mi cielo y de mis tierras. El Cronos de mis segundos, de mis minutos; de mi tiempo. El Poseidón de mis mares en calma. 
Un calco pobre de la hermosura de Apolo.
Porque, si lo vieras, sabrías que no es sólo bello. Es magnifico. Es impactante. Es glorioso.
Y que nadie hable del Edén, teniendo el Olimpo de sus puestas de sol..
No rememores, ya te lo aconsejo; ni asomo de semejanza con ningún paraíso recóndito. Palabra de esta lunática presa de su olor.
Míralo y descubre el aviso de sus ojos, como un idéntico retrato del futuro.
"Te enamorarás." Tú, , la chica de sonrisa descreída.
Me lo advirtieron el día que me sumergí en su color, y allí me quedé, a la zozobra de lo inevitable.
Era magia lo que desbordaban sus poros, lo que bañaba su cuerpo. Cuerpo creado para la admiración, para el deseo
Y claro está, rendición de tropas. No había más opción que caer en su embrujo.
Empezó allí donde mi mente nunca llegó, comenzó como la casualidad de un inmortal con la más imperfecta víctima. ¿Quién lo pensaría?, ¿quién se opondría?
Caí en su trampa, en su aura de atracción, y no quería rescate más allá que el de sus brazos. Porque ya me salvó con su aparición, con su fe, con su creencia en lo increíble, con su perfección.



domingo, 3 de junio de 2012

Que nadie supiera lo que se siente.



Era fácil, muy, muy fácil teorizar cuando una resistente barrera dividía las dos orillas. Cuando yo gritaba "quiero" y a ti te llegaban susurros de "no debo". Era tan sencillo como hacerse los invidentes , los sordos y en ocasiones, los mudos. 
...Para que nadie supiera lo que se siente..., 
...para que nadie viera los estragos...,
...para que nadie oyera los deseos...,
...para que nadie nos hiciera daño...

Sin más ruletas de la suerte.




Es raro pensar que el adiós -mi adiós- no se formó el mismo momento en que mis labios lo susurraron, ni mis ojos lo exclamaron, ni mucho menos cuando mis manos se aferraron a un espacio vacío, en la estratosfera de un estado hueco. No fue así ni cuando lo comprendí, ni cuando lo asumí. Ni en la legitimidad de dolores ulcerantes, ni -irónicamente- cuando la despedida se hizo palpable en una boca poco antes besada por mis labios. No se hizo, no llegó a emerger, no procesaba mis entrañas ese adiós tan necesario, tan impaciente, tan escondido de otros caminos.
El adiós que protegía el miedo a un mundo solitario, a una batalla extrañamente reconfortante, a una impotencia latente. El que callaba, pero hablaba por las noches en busca de respuestas. El que peleaba con sentimientos estacionarios; fríos e invernales en épocas de sufrimiento, calurosos y pasionales en tiempos de soñados milagros. 
Porque era apocado como ninguno, pero sincero como pocos, y ese, ese adiós que se hacía de rogar sabía que no habría retorno. Una vez dicho, y que mi voz lo hubiese expuesto, me acogería a lo más ínfimo para continuar. Para levantar. Para luchar. Para seguir. Sin más oportunidades, sin más apuestas a lo imposible, sin más ruletas de la suerte. 
Y ambos lo sabíamos.
Le faltaba valor, decisión, rebeldía. El último empujón para caer en una cuesta sin frenos. Para derrapar en un "lo que tenga que ser, será". 
Coger con manos llenas un soplo de aire puro, de un algo que no estuviera intoxicado de pasado..
..Pero no había dirección que guiara con exactitud, ni brújula que recomendara nuevos nortes.
Porque le sobraba cobardía.. Porque me faltaba valentía.