Aquella Lolita era de todos y de ninguno.
De aquél que le envió una sonrisa de chocolate para endulzarla y un guiño como guinda. Era del pastel con nata que se formó al besarla en las mejillas. Dos, dos espolvoreos rápidos antes de amasarle la cadera con su mano de repostero.
Fue de él, sólo un poco, y fue de ninguno.
De ese que hizo cuenta de sus mejores balances antes de interferir en la ganancia de sus carcajadas sordas. 'No te cierres, le decía, tus inversiones en mí te harán rica'. La embriagó con sus bienes, con el reloj que medía oro antes que minutos, con el carruaje digno de una emperatriz.
Pero se marchó, se marchó de su mundo de rubíes, dejándolo pobre.
Y también fue de él, a medias, y fue de ninguno.
De este, que nada pinta, pero que todo quiere dibujar. Rellenar con su color pobre de acuarela. Con su mezcla de atrofiado ambulante en bocas carmesí, en salientes rosados, en escavaciones sin luz.
Fue de él, por casualidad, y fue de ninguno.
No concebían que aquella Lolita no les pertenecía. No les correspondía. No les incumbía.
Y tal como vino se fue..
..Provista de toda la carne que conjuró para sí. De toda la defensa que derribó sin escrúpulos. De las conversiones. De las acreditaciones. De los vítores. De las peticiones, inhibiciones, invasiones...
De todo, absolutamente todo, lo que no dio.