Y que no. No hay cuentos que prevengan ese final.
Y las maldiciones se duplican, se triplican en busca de justicia terrenal. Justo al empezar de cada día, de cada amanecer nublado. Como la hora de regreso de las prostitutas, los yonkis y los corredores de juergas. Como la hora feliz de los borrachos.
Las desgracias deben tener horarios de desgaste. Que se lo digan a las lágrimas saladas, a los puños cerrados, a los ojos transitados de rabia. Porque a estás alturas reinventarse ya ha pasado de moda. Y suena lejano dentro del mismo agotamiento. Agota, más que otra cosa, estar agotada. Y cansada del cansancio.
Dependiente exclusiva de la luz apagada, las canciones sin traducción, y la amistad fiable de mi edredón.
Con las sienes repletas de planes malavenidos y confusiones vitales.
Con el pecho en eternas fechas festivas.
Me encanta como escribes ^^
ResponderEliminarA mí me encanta que te encante :) gracias, corazón.
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