expr:class='"loading" + data:blog.mobileClass'>

martes, 28 de febrero de 2012

La violencia que corría tras nuestra sombra.




Mientras corría de la policía por ese parque tenebroso y enigmático, pensé en mi vida. En los intrincados elementos que la formaban, en el desarrollo que siempre tenía una terminación radical. No sé cómo me las apañaba, no sé por qué las lineas nunca acababan con un "fin" y esa palabra era cambiada por un "espera a ver lo que viene ahora.." Y siempre lo siguiente era todavía más subrealista, más lejano a la normalidad. Vivía, me movía, en un telar de hechos rescatados de una novela de ficción o más propiamente dicho, de un género que solo había inventado yo, compuesto a mi justa medida. 
El frío helado me cortaba la cara al esquivar los bancos y pasar veloz por entre los arbustos. La respiración me quemaba los pulmones y el abrigo volaba entre mis brazos. Si no hubiese estado tan concentrada en no caerme me hubiese reído de los pobres fantoches que alardeaban de uniforme, esos que se movían por ordenes y que ahora mismo venían en nuestra busca. Ni siquiera sabrían por qué estaban haciendo aquello, "haciendo cumplir la ley" hubiesen dicho en caso de pregunta. Pero, ¿qué ley ampara la desigualdad, la injusticia? Nosotros corríamos en pos de nuestros ideales, de nuestra libertad personal. ¿De verdad somos el verdadero problema de está sociedad?, ¿es cierto que el tiempo era mejor perderlo en jóvenes reivindicativos que en desenterrar dinero negro? No, pero era más sencillo, porque nosotros íbamos de frente, por lo demás podría haber perdidas para sus abultadas cuentas. Las porras, las armas sónicas, el gas lacrimógeno, solo incitaba al revuelo no a silenciar el grito desesperado de gente que vamos perdiendo derechos. Las pancartas resumiendo nuestros reclamos eran pólvora para la mecha encendida de los altos cargos. Se podía oler la falta de paciencia a nuestro alrededor, la iniciativa de miles de personas cansadas de ser pisoteadas. A eso le tenían, le tienen miedo, a que el pueblo ya no es ingenuo, ya no es ignorante.
Y así callan nuestras bocas, con buena presencia en televisión y discursos aprendidos para aplacar las masas coléricas.Porque lo saben, están al tanto que unidos podemos destronarlos.
Esas eran (y son) sus únicas respuestas, la violencia que corría tras nuestra sombra. Yo estaba allí, yo luchaba por mí y por todos los que nos cansamos de ser conformistas. Ese, este, es nuestro día a día.
Y sabía, mientras huía o mejor dicho buscaba el encuentro con mi rebeldía, que no estaba incumpliendo la ley. Si me hubiese parado, rendido, ahí sí hubiese incumplido mis normas, mis valores, mi moral.
Mi vida no era presa de la monotonía ni de ningún tipo en chaqueta saqueando nuestros esfuerzos. Sabía porque estaba allí, porque alentaba como muchos otros nuestros adelantos. Quería algo más que un futuro descarriado, que un mañana dejado a la deriva de sus conveniencias.
Era, soy, una bala perdida. Y no, no hay escudo ni chaleco que me pare.


"Cuando una ley es injusta, lo correcto es desobedecer"  -Mahatma Gadhi

2 comentarios: