Siempre acogida a la costumbre de la desdicha, de los llantos solitarios.No llegué a pensar que por un hombre pasajero había desperdiciado meses de luto.Semanas enteras conversando conmigo misma para llegar a encontrar mi delito, mi fallo.Días en los que la oscuridad era más que palpable, se cernía sobre mí.Horas llenas de angustias, de caer en el mismo dolor trillado.En resumen, tiempo perdido.Porque, ¿Qué había echo él para que mereciera mis lágrimas? Si hablamos de merecer, no merece ni estás lineas. Pero no quiero regodearme en la zozobra de mi cordura, ni la alucinación pasada de una pareja "perfecta".
Me cansé de pensar en "¿Y sí..?", porque al fin y al cabo, aunque los astros hubiesen estado en otra posición, nuestras vidas, tan minimamente (o eso creía) entrelazadas, hubiesen acabado de la misma forma.Yo era el viento; independiente, libre, autosuficiente, desligada de ataduras.Él era la tierra; conforme, sedentario, acaparador, inmaduro en parte.Era una cuenta atrás en la que nuestro final se podía vislumbrar fácilmente.
Lo sabía, era consciente de la erosión que provocaba nuestras peleas en una felicidad ya de por sí frágil. ¿Pero quién hace entrar en razón al corazón? Como un continuo masaje cardiaco de urgencia, quería que eso a lo que me aferraba sobreviviera.
Después de filosofar durante casi un año desde que ocurrió lo inevitable, es asombroso como por fin puedo reír sin culpabilidad.Porque la culpa, esa que no te deja vivir cuando hay un adiós de por medio, termina esfumándose tras el sufrimiento constante.
"¿Quién hizo qué?","¿por qué pasó?".. Ya nada importa, ya nada hay que yo quiera recuperar de aquellos días.Porque me volví a levantar tras éste bache largo de dolor, malherida sí, pero con la firme convicción de que puedo hacer lo que me proponga.
Es hora de escoger la valentía para seguir mi dirección.